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El éxtasis es revolucionario.

 

Quien ha sentido alguna vez ese desasimiento que provoca el éxtasis sabe que de alguna manera sus células, sus neuronas, sus alveolos... cambiaron de ritmo tras el gozo,

que durante un corto espacio de tiempo el orden de su mundo se alteró, que perdió por un instante su gobierno,

que perdió la voluntad en un delicioso golpe de estado  y que durante el instante siguiente, durante ese colapso, creyó rebasar el límite de la vida y de la muerte.

 

Nunca se vuelve igual tras experimentar el éxtasis, por eso defiendo que se trata de un estado revolucionario.

 

Podríamos decir "¡revolucionémonos!" en vez de "¡hagamos el amor!", o "Ven, revolucionate conmigo" o "Te revolucionaré hasta los huesos..."

 

Imagina que l@s amantes extasiad@s no quisieran abandonar su convulsa plenitud sino hacer de ella una estela contagiosa. De la cama, a los pasillos, las avenidas, los campos de mies, los salones, los escalones del Parlaento y cada uno de sus sillones....

 

Cambiemos de orden. Tú, amante. Tú, que sabes qué es perderse en un instante.... Vamos, revolucionémonos hasta las trancas.

 

Los personajes de Un lugar llamado éxtasis unen los dos mundos, todo lo que quieren para su piel también lo desean para su comunidad, para su vida entera.  Â¿Has pensado alguna vez qué tienen en común la revolución sexual, la industrial, la cultural y la de los muertos de hambre?.

Te propongo que mires cuántos procesos revolucionarios vive o presencia Al a lo largo de su vida, porque no están elegidos al azar. Son momentos históricos que sostienen preguntas privadas... y viceversa: cómo manejan los límites del amor y de la puerta las utopias religiosas (en Irán y en Nicaragua),, qué sucede cuando un sometido toma las riendas y con toda su gloria decide gobernarse con su sometedor (Sudáfrica), qué pasa si los amantes desdeñan el poder (Chiapas), ¿dónde estaban el deseo, el amor y los placeres de l@s protagonistas de las revoluciones del siglo XX?. 

 

Ya me dirás.

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